Running: Por qué hay cada vez más gente que elige correr descalza o con zapatillas “minimalistas”.
Rafael Roa y Luciano Meritano para Clarín
A veces el árbol nos tapa el bosque
(nadie es infalible, puede pasar) y necesitamos que alguien venga a
talarlo para liberar ese obstáculo “censurador” y así admirar por
primera vez aquello que siempre estuvo ahí pero que no podíamos notar.
Casi como encontrar algo que habíamos olvidado y creímos perdido para
siempre. Con el barefoot, como se denomina a la técnica de correr
descalzo o con un calzado especial denominado nimimalista, podría
decirse que sucedió algo parecido. No fue hasta el año 2009 que esta
“nueva/vieja” técnica de running, que propone retornar a los hábitos más
básicos del hombre, logró resurgir de los anales de la historia,
enterrada bajo siglos de costumbres y tradiciones (y, desde luego,
también necesidades). Fue ese año que el periodista estadounidense -y
fanático del running- Christopher McDougall publicó el libro “Nacidos
para correr”. Allí cuenta cómo, buscando un modo de correr sin que le
doliera nada, se topó con la tribu de los tarahumaras, de las Barracas
del Cobre, en México, quien corren cientos de kilómetros sin descanso ni
dolor; no conocen el cáncer, ni la diabetes, ni las peleas.
El libro fue un éxito de ventas y rápidamente se convirtió
en best seller en los Estados Unidos, y se tradujo a innumerables
idiomas, incluido el nuestro.
En su defensa del correr
sin zapatillas, McDougall se apoya en estudios de las universidades de
Harvard y Newcastle (Australia), entre otras, que sostienen que eso es
correcto. Sin embargo, no todos piensan lo mismo (ver aparte).
El fenómeno consiguió también desempolvar viejas historias
que sirvieron para darle más sustento aún a la teoría del barefoot. Como
el caso de Abebe Bikila, “La leyenda negra”, que en los Juegos
Olímpicos de Roma de 1960 asombró al mundo al ganar, cómodamente, la
maratón corriendo descalzo. O la entrevista que la CNN le realizó en
2007 al etíope múltiple campeón de los 42 km, Haile Gebrselassie, donde
contaba: “Estaba a gusto cuando no llevaba zapatillas. Solía correr
descalzo. Fue difícil empezar a llevarlas. Correr con zapatillas está
bien, pero al inicio de mi carrera fue muy duro. En nuestro país, ves a
los chicos que están tan a gusto sin ellas. Es mejor no llevar
zapatillas,que llevar unas que no te valgan”.
Por
supuesto, en la Argentina también fue captando adeptos esta suerte de
“llamado de la naturaleza”. Y el mercado, ni lerdo ni perezoso, se subió
a la “onda verde”, desarrollando y sacando a la venta las zapatillas
minimalistas, sin cápsulas de aire ni nada de amortiguación ni drop. Al
natural. Las primeras zapatillas para barefoot.
Fanáticos “Es mucho menos agresivo para el organismo y se
usa la energía más eficientemente que correr con zapatillas
convencionales”, explica Luciano Meritano, licenciado en Educación de
Física, y capitán de Rosario Merrell Team, el primer grupo de corredores
de barefoot del país. “Se trata de una técnica ancestral olvidada que
necesita tiempo de adaptación para usarse correctamente. Se desarrolló
un método puntual para la adaptación y nosotros nos especializamos”,
agrega.
“Usamos zapatillas desde siempre, entonces
muchos músculos del pie y la mayor parte del arco está totalmente
vencido o debilitado. Así que más allá de que estamos hechos para correr
descalzos, se necesita un tiempo de adaptación acorde a cada uno: a su
edad, a su técnica de pisada, a su peso. Puede demandar un tiempo de
entre 3 y 8 meses de preparación”, sostiene Meritano, que añade
categórico: “Es cambiar la forma de correr. No es lo mismo. Cambia la
pisada y cuando cambia la pisada cambia toda la técnica. Con las
zapatillas convencionales se hace el primer apoyo casi con rodilla
extendida y apoyando gran parte del talón. En cambio, cuando se corre en
barefoot se apoya el tercio anterior del pie, lo que sería el inicio
del metatarso, entonces la amortiguación cambia. Mecánicamente es mucho
más económico, tiene mucho menos impacto”.
“La adaptación ósea es la más larga de todas en el
organismo, aparte de que uno tiene que hacer un patrón motor nuevo (el
cerebro tiene que crear una técnica nueva), la adaptación del impacto
del metatarso tiene que ser progresiva porque esa parte del pie va a
tener un apoyo, una descarga y una presión que no venía teniendo. Antes
la mayor descarga era el talón y ahora es el metatarso”, cierra
Meritano, que cuenta que 20 de sus corredores barefoot encontraron
grandes beneficios con esta técnica.
Con mis alpargatas a todas partes
Guillermo
José Mc Loughlin tiene 43 años y es de Margarita Belén, en la provincia
del Chaco. Hace tres años, con el objetivo de volver su vida más
saludable, se metió en el running. Empezó con zapatillas convencionales y
participó de varios maratones, pero al poco se pasó al bando de los
barefoot, y hasta creó el grupo de Facebook “Corredores Minimalistas y
Descalcistas de Argentina”.
Fanático de los trail (las carreras que se realizan por
lugares no convencionales), Guillermo usa “el calzado minimalista
argentino por excelencia: las alpargatas”
.
“Con
alpargatas me he sentido muy cómodo. Sin inconvenientes he corrido 72
kilómetros”, cuenta orgulloso. “Soy minimalista, no descalcista, porque
en el Chaco hay muchas espinas. Pero donde puedo corro descalzo”.
Fuente: Clarín